La industria ha obtenido productos complejos muy eficaces, a veces llamados de «larga duración» porque limpian y al mismo tiempo protegen las oxidaciones futuras.
No todas las clases de cobre se tratan de la misma manera.
Hay que tener en cuenta el grado de suciedad, de oxidación y también su finalidad: utilización gastronómica o meramente decorativa.
Recipientes para confituras, cacerolas, calderos, ollas, etc, deben limpiarse con ácido (oxálico o acético) o con agua de cobre (solución acuosa que contiene un 20% de ácido oxálico).
¡Pero cuidado!
El óxido de cobre, combinado con el ácido, constituye un veneno peligroso (oxalato de sal o acetato de cobre). Por lo tanto no olvide, después de aplicar el producto, lavar cuidadosamente el utensilio, aclararlo y frotarlo enérgicamente.
Ciertos polvos abrasivos muy finos y blandos (no clorados) pueden ser convenientes para la limpieza de los cobres, pero suelen rayarlos.
El cobre de chimeneas se ennegrece por la formación de sulfuro de cobre. Renuévelo con ácido clorhídrico (salfumán) diluido.
Atención: esta manipulación es peligrosa y la dosis exacta de la solución, difícil.
Es preferible hacer desaparecer las partes negras con sal de cocina remojada en vinagre. Por desgracia, ¡hay que frotar mucho tiempo!
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